Nadie debe extrañarse de los actuales bochinches
electorales, refleja la real calidad humana de nuestra cultura política. Largo
ha sido el historial bochinchero en Colombia: Álvaro Gómez publicó en 1986
videos contra Virgilio Barco, Pastrana difundió en 1994 los narco casetes
contra Samper, Horacio Serpa fue acusado en 1998 de favorecer a implicados del
proceso 8.000, Uribe apareció en 2002 comprometido con los paramilitares;
Uribe, gran profesional del bochinche nacional, denunció en 2006 las alianzas
de Rafael Pardo con las farc para impedir su reelección… En 2010 se diversificó
el bochinche en ‘falsos positivos’, chuzadas y el Parkinson de Mockus. Historia
de vergüenza, de comadreos, de pobreza humana.
El bochinche parece estrategia de astutos en la decadencia,
permite evadir las discusiones fundamentales de un país en constante
desbarajuste. Quita tiempo para reflexionar sobre el modelo de Estado en que
vivimos. El modelo económico tan próspero para las elites financieras,
nacionales e internacionales, y tan mezquino para muchos colombianos. El modelo
político en donde sólo triunfan las trampas, el chisme y la corrupción. El
modelo de justicia tan eficaz para los pudientes y tan inservible para los
menesterosos. Difícil entender un modelo de salud tan atractivo en la
publicidad y tan inhumano en la realidad. ¡Cómo entender la destrucción del
medio ambiente promovida por la explotación minera, y la desmedida
pauperización de la gente en regiones en donde imperan las multinacionales, y la ruina rural engendrada
por los diferentes tratados de libre comercio!
El bochinche también oculta la inoperancia de los políticos.
Los hace ver mayores cuando en verdad son menores. Subdesarrollados mentales al
favorecer un modelo de Estado impuesto desde el exterior. ‘Cada vez los
gobiernos se convierten en simples delegados, afirmaba Saramago, agentes que
cumplen los mandatos de sus superiores’. Aceptan con complicidad las
desafortunadas determinaciones de la banca privada internacional: Banco
Mundial, FMI, FED…, instituciones manipuladas por los capitales financieros que se reúnen en clubes
discretos como el de Bildemberg.
El rechazo del bochinche electoral es la única actitud digna
de las personas inteligentes para exigir claridad en el desmoronamiento moral
del país. El verbo anodino y pendenciero de los políticos sólo promueve
ignorancia ciudadana y guerras inútiles en campos y ciudades; discurso
apropiado para elegir candidatos-capataces en el contexto de la finca global.
‘¿Para qué elegir dirigentes políticos, nuevamente Saramago, sí los financistas
tienen todo el poder?’. Estrategia sospechosa de barahúndas y corrupciones,
horrorosa francachela de ratones nacionales comiendo mendrugos de quesos
mientras los gatos internacionales se devoran la carne de los ciudadanos
colombianos.