lunes, 21 de octubre de 2013

Excelente premio nobel, por Jorge Guebely


Acicateado por el prestigio del premio Nobel, compré el libro ‘Amistad de juventud´ de Alice Munro. Leí los diez relatos y me encontré con experiencia literaria vivificante. Seduce su voz sosegada, limpia de fanatismo, de roles femeninos o morales. No es tradicional, ni liberal, ni rebelde, ni espectacular; simplemente una voz femenina que desentraña el drama de mujeres corrientes desprovistas de cualquier heroísmo. Un verdadero canto a la simplicidad femenina.

Historias sencillas construidas con excelente conocimiento del oficio. Relatos dentro de relatos que recuerdan vagamente la estructura de ‘Las mil una noche’. Sólo que no hay fantasía sino un realismo psicológico de personajes que rememoran sueños enterrados o elecciones hechas en el ayer que definieron vidas presentes. Vidas que, por lo demás, nunca llegaron a la plenitud humana.

Escritura entrañable en donde el drama se carga de poesía. Las acciones corrientes conmueven y trascienden. La Monro tiene la virtud de ver poesía en lo habitual y trascender lo intrascendente; de abarcar toda una vida en sus relatos cortos para auscultar malestares de mujeres que intentan reconstruir sus pasados. Al final de cada cuento, el lector debe rumiar lo leído para descubrir el milagro literario.

En un cuento, una mujer sueña con su madre muerta para recuperar ‘la vivacidad del rostro’ y ‘su voz’ perdidos con los años. En otro, la viuda Hazel retorna a la ciudad donde su marido vivió glorias militares sólo para encontrar olvido, ni siquiera las personas cercanas lo recordaban bien. ‘Hazel pensó que de nada servía seguir preguntando por Jack’. El tiempo le carcomió las posibles glorias. En otro cuento, la narradora se interesa por una poetisa menor. El contenido de uno de sus poemas contiene la esencia del libro: ‘La escritora, una niña, está jugando con su hermano y su hermana… mientras el crepúsculo avanza, hasta que se da cuenta de que está sola y es mucho mayor. Inmóvil, oye las voces —espectrales— de su hermano y hermana que la llaman’. Así son los cuentos, marcados por la soledad y la frustración que arriban con el tiempo y los sueños desvanecidos.

Y en eso reside la belleza de sus cuentos, en la silenciosa evaporación de vidas vulneradas, borradas con las capas que trae cada nuevo día. Mujeres que reviven el lento derrumbe de su existencia transportadas por la nostalgia y el enorme faltante de su aventura terrenal. Nadie como Alice Monro para develar el gran desastre de la especie: haber abjurado de lo femenino en la condición humana.