El acontecimiento significativo en la pasada
jornada electoral sucedió en el zoológico de Barranquilla: los niños eligieron
el animal presidente 2014-2018. Juego de menores con sabiduría mayor. Juego que
funciona como espejo para ver con claridad lo que oculta la realidad.
Los aprendizajes superiores abundaron durante
la jornada. Los jefes de campaña desplegaron propuestas esenciales. La
apariencia, prima hermana de la farsa, fue desechada: ‘no hay que votar por un
candidato por su apariencia’, explicó un niño en pleno debate. Tampoco las
palabras son importantes, son engañosas, especialmente en discursos políticos.
Con los animales, las elecciones son más auténticas; no hablan, ni hacen
promesas y, todavía mucho mejor, no incitan al odio ni a la guerra. Entonces,
‘hay que votar por lo que representan’, dijo el mismo niño
La jornada tomó ribetes de paradigma. Hubo
afluencia total con relación al número de votantes. El contacto con los
candidatos se hizo en la mejor cordialidad y en profunda compasión supra-humana.
No hubo el veneno de la mermelada, ni los escándalos de hackers, nadie vendió o
compró votos, tampoco se oyeron voces proselitistas tan ofensivas a la dignidad
humana. Los ciudadanos del zoológico se entregaron con pasión al juego
electoral que, como en Borges, el juego es imagen fractal donde se lee el
corazón del universo.
La virtud de los candidatos contenía valores
del mundo original, tan normal para los niños. Los seguidores del Tucán
ondeaban la bandera de sus colores vivos, de intensos contrastes y, sin
embargo, armoniosos. La sigilosa agilidad de la Pantera fue enarbolada por sus
seguidores. El voto por la Cebra debía darse por ser la única mujer en
contienda, capaz de poner orden en el pequeño cosmos del zoológico. Pero ganó
la sensatez de los votantes. La Tortuga de río obtuvo la mayor votación gracias
a la sabiduría de su tranquilidad, al prestigio de su calma y al peligro de su
extinción definitiva. ‘… es el más colombiano de los animales’, concluyó su
jefe de campaña.
Quedaron por fuera las serpientes. Las
eliminaron por el peligro de su astucia y el riego de caer en el sortilegio de
sus encantos demoledores. En nada querían parecerse los niños a las elecciones
de los adultos desarrolladas, al mismo tiempo, en las calles vacías de Barranquilla.
Tal vez querían decirnos que el voto se da por la sobrevivencia de la especie sobre la tierra y no para
favorecer al más pudiente. Hoy nos toca parodiar a Rousseau: ‘El hombre nace
bueno pero la política lo corrompe’