La primera virtud de un novelista
reside en su capacidad de ver las almas de los seres humanos y de las sociedades, descubrir su funcionamiento para hacer visible lo invisible. Percibir
en el mundo sensible un misterioso tejido de señales para dar el salto al otro
lado del sueño perverso. Poseer la sensibilidad de García Márquez, la
suficiente para mutar la imagen de un hombre sentado en el mercado de
Barranquilla en ‘El coronel no tiene quien le escriba’, uno de los relatos más
conmovedores de la literatura latinoamericana. Hacer del ojo un instrumento con
fuego divino.
Repetir permanentemente la empresa de
Kundera a quien le bastó el gesto encantador de una mujer madura en una piscina
paracrear un personaje, Agnes, y su entorno familiar y social. Le fue
suficiente esa imagen para crear una novela, ‘La inmortalidad’, fresco
histórico de la modernidad, donde justamente devela cómo la imagen carcome al
ser humano, hasta sustituirlo muchas veces. De tanto proyectar imagen hemos
perdido el ser que posiblemente somos, la imagolatría se ha convertido en peste
para la especie, nos perdemos en un enorme salón de múltiples espejos.
Imitar a Homero quien, en su afán de
develar el alma de Odiseo, se abstiene de nombrar los lugares por donde fluye
la aventura del retorno. Exceptuando la isla de Ítaca, el hogar original, las
otras carecen de nombre. Simplemente son descritas como residencias de
personajes míticos, metáforas donde flotan los niveles de conciencia humana.
Una está poblada por cíclopes: raza de seres violentos, elementales, torpes,
astutos, apenas han desarrollado un solo ojo para existir. Otra, de lotófagos:
consumidores excesivos de placer, en donde invierten su existencia con la
conciencia distorsionada, a quienes ningún recuerdo les persiste más allá de
un minuto. Impresionante descripción de nuestra modernidad, tan poblada de
cíclopes y lotófagos.
Entender a Musil, su razón para situar
a Ulrich, ‘El hombre sin atributo’, en una Viena sin identidad, técnica para relievar el alma del personaje inmerso en una
sociedad decadente. Tal vez había seguido al maestro budista LinTsi quien dijo
alguna vez: ‘Sobre vuestro conglomerado de carne roja hay un verdadero hombre
sin situación, que sin cesar sale y entra por la puerta de la cara’. (‘El
hombre sin atributo’ tenía inicialmente el título de ‘El hombre sin situación’)
Musil como García Márquez y Kundera vieron el alma de sus personajes, quizás
para descifrar la identidad de ese misterioso ser sin situación que entra y
sale por el rostro de cada persona.
Columna de LaNación.com.co