sábado, 20 de octubre de 2012

Virtud del novelista, por Jorge Guebely


La primera virtud de un novelista reside en su capacidad de ver las almas de los seres humanos y de las sociedades, descubrir su funcionamiento para hacer visible lo invisible. Percibir en el mundo sensible un misterioso tejido de señales para dar el salto al otro lado del sueño perverso. Poseer la sensibilidad de García Márquez, la suficiente para mutar la imagen de un hombre sentado en el mercado de Barranquilla en ‘El coronel no tiene quien le escriba’, uno de los relatos más conmovedores de la literatura latinoamericana. Hacer del ojo un instrumento con fuego divino.

Repetir permanentemente la empresa de Kundera a quien le bastó el gesto encantador de una mujer madura en una piscina paracrear un personaje, Agnes, y su entorno familiar y social. Le fue suficiente esa imagen para crear una novela, ‘La inmortalidad’, fresco histórico de la modernidad, donde justamente devela cómo la imagen carcome al ser humano, hasta sustituirlo muchas veces. De tanto proyectar imagen hemos perdido el ser que posiblemente somos, la imagolatría se ha convertido en peste para la especie, nos perdemos en un enorme salón de múltiples espejos.

Imitar a Homero quien, en su afán de develar el alma de Odiseo, se abstiene de nombrar los lugares por donde fluye la aventura del retorno. Exceptuando la isla de Ítaca, el hogar original, las otras carecen de nombre. Simplemente son descritas como residencias de personajes míticos, metáforas donde flotan los niveles de conciencia humana. Una está poblada por cíclopes: raza de seres violentos, elementales, torpes, astutos, apenas han desarrollado un solo ojo para existir. Otra, de lotófagos: consumidores excesivos de placer, en donde invierten su existencia con la conciencia distorsionada, a quienes ningún recuerdo les persiste más allá de un minuto. Impresionante descripción de nuestra modernidad, tan poblada de cíclopes y lotófagos.

Entender a Musil, su razón para situar a Ulrich, ‘El hombre sin atributo’, en una Viena sin identidad, técnica para relievar el alma del personaje inmerso en una sociedad decadente. Tal vez había seguido al maestro budista LinTsi quien dijo alguna vez: ‘Sobre vuestro conglomerado de carne roja hay un verdadero hombre sin situación, que sin cesar sale y entra por la puerta de la cara’. (‘El hombre sin atributo’ tenía inicialmente el título de ‘El hombre sin situación’) Musil como García Márquez y Kundera vieron el alma de sus personajes, quizás para descifrar la identidad de ese misterioso ser sin situación que entra y sale por el rostro de cada persona.

Columna de LaNación.com.co