Recientemente murió Eric Hobsbawn,
historiador inglés con percepción marxista de la historia, visión humana del
devenir social. Su nombre vino a mis predios en los años setenta, momento en
que llegó a Colombia en los comentarios de Orlando Fals Borda. Leí entonces
‘Bandido’, uno de sus libros. No el mejor de su extensa producción pero sí el
más reconocido en ese momento. Trabajo donde analiza el mito del Robin Hood, la
constante en las culturas pre-capitalista de crear hombres magnánimos,
interesados en combatir a los ricos para favorecer a los pobres, los Panchos
Villas de cada cultura agraria. Texto que recordaba la Colombia nuestra.
Posteriormente incursioné en su
‘Historia del siglo XX’, delicioso de leer, complemento a su enorme
trilogía de la ‘Tres edades’. Siglo corto como él mismo lo denominó, se
inició en la primera guerra mundial y terminó con la caída del experimento
soviético. Siglo en donde la fugaz Unión Soviética se comportó como personaje
importante, principal; en donde se derrumbaron las más altas utopías políticas
y económicas de la modernidad.
La primera guerra mundial demolió el
patológico optimismo de la ‘belle époque’, confianza irracional en el
liberalismo y en la economía capitalista. Nada se podía esperar de una guerra
surgida por la voracidad de los mercados. A su vez, la segunda guerra mundial
desplomó el proyecto fascista, programa de corporativismo estatal y economía
dirigida, convertido en totalitarismos sangrientos: Hitler, Mussolini y hasta
Stalin.
También se derrumbó el proyecto
marxista soviético, razón por la cual criticó contundentemente al Kremlin y
renunció al partido comunista cuando Kruschev invadió las calles de Budapest.
Nunca desistió del marxismo, Marx le abrió las puertas a una historia más
humana. Distinta a la elitista historia positivista, deshumanizada de tanta
objetividad, historia de reyes y jefes de estados. Su visión histórica se
impregna de múltiples subjetividades, las del alma de los pueblos.
Hobsbawn debía saber que el marxismo
había muerto con el mismo Marx. Nada tenía que ver con Lenin o Stalin como nada
tenía que ver Nietzsche con Hitler. Lo habían convertido en discurso político,
en partido imperialista, vanguardia para derrocar gobiernos y ganar poderes
públicos, jamás en una visión humana para cambiar los comportamientos alienados
de los pueblos sobre la tierra. En su último libro, ‘Cómo cambiar el mundo’,
después de analizar la primera década del siglo XXI, concluye: ‘Ha llegado el
momento de tomar en serio a Marx’. Es una deuda pendiente que los humanistas
del mundo tienen con la historia y con el ser humano.
Columna Tomada de LaNoticia.com