Parecen mentiras las afirmaciones de un
juez publicadas en ‘Idear, n° 88 y 89. Son valientes y repugnantes al mismo
tiempo. Relievan la podredumbre de la justicia colombiana. Jueces que negocian
la libertad con los más pudientes. Cadena de corrupción que se inicia en el
reparto y finaliza en el juez comprado. Soborno estratificado, desde los más baratos
hasta los cientos de millones para magistrados de la Corte Suprema de Justicia.
De ahí su irónico sobrenombre: ‘El Palacio de la Moneda’.
Denuncia también los nombramientos en
la rama judicial, sus altos costos y sus inmorales componendas comerciales e
ideológicas; están contaminados por la política que corrompe todo lo que toca.
Existe la obligación de desembolsar muchos millones por magistrado si se quiere
acceder a la Corte Suprema de Justicia, inversión que debe recuperarse en el
menor tiempo para hacerla rentable. Tampoco el Consejo Superior de la
Judicatura queda rezagado en su podredumbre comercial, fácilmente se tuerce la
voluntad de un magistrado con atractivas sumas. No es difícil archivar procesos
cuando se es bien pagado, ningún abogado con solvencia económica será castigado
por sus trampas jurídicas. Ningún sistema capitalista toca con justicia los
predios de un potentado. Tampoco lo hacen los sistemas aristocráticos con sus
aristócratas, ni los regímenes autocráticos con sus dictadores y sátrapas.
Lamentable destino el de la justicia humana: rebajarse al estatus de un
respetable y temible hazmerreír social, mercado donde el dinero constituye la
suprema equidad: a cada cual según su paga. Sólo los pobres sufren el rigor de
los códigos.
Y aun cuando parecen mentiras las
declaraciones del juez, resultan verosímiles. Así es la cultura capitalista:
todo sucumbe ante el dinero. Se complementa con la moral de sus políticos:
maquillar los rostros para disimular la podredumbre del alma. Cultura que ha
hecho metástasis en todo el sistema social, la verdadera enemiga de la especie
humana. Así se explican los absurdos jurídicos del país: el cómico cohecho de
Yidis Medina, la burlesca condena a los Nule, las cómodas cárceles a
paramilitares del Congreso… Iniquidad tan o más oprobiosa que un secuestro de
cualquier banda delincuencial. Origen real –uno más- de la interminable guerra
colombiana.
Literalmente hay más del 80% de
impunidad en Colombia. Tanta torcedura de la justicia despierta el pánico
ciudadano, el horror. Cicerón pensaba que: ‘Un juez inicuo es peor que un
verdugo’, y es verdad. Pero hoy es peor que eso: es un temible delincuente, un
terrorista agazapado en el Estado. Asusta caer en sus garras.