En algunos lugares del mundo, una mujer en minifalda no
corre peligro; en Colombia sí. Peligra más en la oscuridad que en la luz, más
en la soledad que en la multitud, más en la periferia que en el centro. Peligra
no sólo por ser mujer con minifalda sino por vivir en Colombia, un país
peligroso. Imposible olvidar al subteniente Raúl Muñoz quien violó una niña sin
minifalda y luego la asesinó con sus dos hermanitos.
Colombia, tierra de mujeres violadas gracias a la cultura
del más fuerte, de capos, violadores de derechos humanos. Cultura atávica
emparentada con los instintos del abuelo chimpancé. ‘El mono que llevamos dentro’, según Frans de
Waal, que nos impide superar la bestia agazapada en nuestra conciencia. Cultura
arruinada por los intereses económicos y políticos de la propiedad privada.
Cultura del orangután caído.
Absurdamente promueve
la superioridad del rico sobre el pobre, el blanco sobre el negro, el europeo
sobre el indígena, el varón sobre la hembra... El aborto resulta malo y la
guerra, buena. El macho es un paradigma y el gay, un detestable. La esposa es
una diosa y la amante, una bandida. Cultura de múltiples y perversas morales.
Pone en peligro a casi todos los ciudadanos. Se salvan los
machos alfas o capos: Uribe que es protegido por 348 hombres, Víctor Carranza
que murió viejo y sereno en su cama, ‘El Paisa’ que lo resguardan sus anillos
de seguridad. El resto tiene su vida al borde de la muerte. Las calles
nocturnas guardan delincuentes generosos en puñaladas. Los buses son
territorios baldíos de asaltantes. En las ciudades pululan desplazados con
familiares asesinados y tierras esquilmadas. Las fronteras invisibles presagian
balazos en la frente. Aparecen cadáveres por no haber pagado la macro o la
micro extorsión. Las EPS suelen ser antesala de un cementerio, y los taxis,
cuota inicial de un paseo millonario.
La vida de un colombiano resultar ser el más insólito de los
milagros. Puede salvarse de un ‘fletero’ pero jamás de un banquero. La
inseguridad en un banco es la seguridad oficial para abusar. Similar a la de
cualquier multinacional. Similar también a las instituciones del Estado:
alcaldías, asambleas, DAS… Un país de zozobra mientras sus políticos indolentes
fabrican elecciones. En ese deplorable esqueleto va la política: en urdir trampas
para ganar las próximas elecciones.
Mientras tanto, hay mujeres ultrajadas gracias a una cultura
de capos. Cultura internalizada hasta en los más oscuros rincones del
inconsciente colectivo, urgente de superar para reanudar la evolución humana.
Por: Jorge Guebely. Sábado 23 de Noviembre