Nuestras elecciones semejan contiendas de muñecos. Basta
constatar que el fin de semana pasado, mientras los candidatos encendían
artificiosas hogueras electorales, el club Bilderberg celebraba su foro anual
en Copenhague. Uno de los verdaderos poderes del mundo definía el futuro
inmediato de muchas naciones, incluyendo Colombia. Lo hacía en la más absoluta
discreción a pesar de que estaban presentes los dueños de los más influyentes
medios internacionales.
Además de los 35 miembros de su directiva —el actual
director del club, Henry de Catries, estuvo recientemente en Bogotá comprando
el 51% de las acciones en Colpatria—, participaron importantes líderes de la
economía y la política mundial: Directores de corporaciones como Shell, B.P.,
Dow Chemical y Nestlé; Consejeros y Presidentes de Google, LinkedIn y Microsoft; Propietarios y Editores
de The Financial Times, The Wall Street Journal, Die Zeit, Le Monde y The
Washington Post; políticos como David Cameron y Mark Rutte; aristócratas como
el Rey Guillermo Alejandro de Holanda y el Príncipe a la Corona Haakon de
Noruega. Y, sobre todo, representantes del Banco Mundial, FMI, Reserva Federal
y Departamento del Tesoro de EU. No estaban todos, ni siquiera los más
pudientes.
Exceptuando el temario, nadie conoció las conclusiones del
foro sobre: recuperación económica sostenible, economía y política con China,
futuro de Ucrania y de la Unión Europea, políticas relacionadas con el
explosivo crecimiento demográfico y la privacidad ciudadana, entre otras.
Tampoco se supo sobre el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y
Europa o el de Canadá, Estados Unidos y México… Ninguna política trazada por el
Club Bilderberg sabremos hasta cuando comiencen a reflejarse en los países del
mundo, incluyendo Colombia.
Para imponer sus conclusiones económicas, cuenta con la
banca privada internacional y los bancos nacionales; con políticos influyentes
en cada región para organizar los Estados en su favor; con los ejércitos de la
OTAN y los nacionales para reprimir cualquier descontento y, sobre todo, con
los medios de comunicación masiva para distorsionar la conciencia ciudadana.
Con los medios, seguirán educando en mentiras como: ‘La política es una
vocación de servicio a la comunidad’ cuando sólo sirve a sus intereses; ‘La democracia
es el gobierno del pueblo’ cuando sólo gobiernan los pudientes, ‘dinerocracia’;
‘La voz del pueblo es la voz de Dios’ cuando sólo ellos hablan como dioses.
Ellos pregonan el sentimiento de patria cuando la única patria que tienen es el
dividendo. Mentiras para deslumbrar y esclavizar deslumbrados; para crear
candidatos de torpes y vergonzosas banderas, con la función de sumisos y
anodinos muñecos tercermundistas.