LA
ADUANA Y EL PAR VIAL DE LA 50:
HITOS QUE
TRANSFORMAN LA CIUDAD
Por Sigifredo Eusse
El Par Vial de la Carrera 50 es un
proyecto clave de transformación urbana, que va a mejorar en corto plazo y sustancialmente
la conectividad en Barranquilla. Será pronto una vía con cuatro carriles,
ciclorutas y amplios andenes, aceras con árboles nativos cada 6 metros y
solución definitiva del crónico estancamientos de aguas pluviales o servidas.
Reconozcamos –a continuación– la importancia histórica de este referente
urbanístico, más conocido hasta ahora como La 50 ó Carrera Aduana:
Al promediar el siglo XIX,
Barranquilla se reconocía urbanísticamente como dividida en solo tres
localidades: el Centro (portuario y comercial, en torno al viejo templo de San
Nicolás y orillado a los caños fluviales), el Barrio Arriba y el Barrio Abajo.
Surgirían algo después los templos y parroquias de San Roque y Rosario, que
darían origen a los respectivos barrios de sus entornos.
Ya con el muelle de Puerto
Colombia en operaciones antes del 900 y la conexión del ferrocarril de
pasajeros y carga llegando a la Estación Montoya, la zona poblada en vecindad
de esta última (Barrio Abajo, en su más inmediato entorno; mientras que
Rosario, algo más allá, de “puente” hacia los comercios del centro) asumió muy
pronto una fisonomía mixta y variopinta.
En el
Barrio Abajo, desde siempre, convivieron el febril laboreo de talleres,
industrias, astilleros, artesanos y un hervidero cosmopolita de pensiones y
hospedajes, con vecindades familiares en otros callejones menos bulliciosos, de
arena blanda, altos sardineles y grandes casonas de bahareque, techos de enea y
profundos patios arborizados de frutales, olorosos a jazmín.
LA 50:
REFERENTE HISTÓRICO DE LA BARRANQUILLA
URBANA
Para la
segunda década del siglo XX, cuando Barranquilla era en Colombia el epicentro de
la inmigración extranjera y de los negocios portuarios del comercio exterior (y
cabecera obligada de la navegación fluvial con el interior del país), se
construye el complejo arquitectónico de la Aduana, en amplio terreno contiguo a
las estaciones del ferrocarril (Estación Montoya) y del tranvía urbano de
pasajeros, el cual, dicho sea de paso, funcionó primero con locomotora de vapor
y después a fuerza de recuas de mulas.
El
ingeniero jamaiquino de ascendencia franco-británica Leslie Arbouin fue el
diseñador y constructor de este palacete, en 1919. Su emplazamiento, en el
vértice de encuentro entre la Vía 40 y la divisoria que –en el imaginario
urbano de aquel entonces– hacía de límite con la parroquia del Rosario,
determinó que surgiera el trazado del llamado Callejón Aduana, que es la
carrera 50 de hoy. Este que estamos empezando a llamar ahora el Par Vial de la
50.
En este
punto y en cuanto al otro referente –la Vía 40– resumiremos así lo que reseñó
el escritor Miguel Iriarte, director de la Biblioteca Piloto, uno de los hitos
culturales que alberga el Edificio de la Aduana desde su afortunada
restauración como patrimonio de la nación:
La vía 40
en Barranquilla, dice un historiador, era un antiguo camino indígena que mucho
después, a finales del siglo XIX, sirvió de guía para trazar la red ferroviaria
del Ferrocarril de Bolívar que iba del edificio de la antigua Aduana hasta el
muelle de Puerto Colombia y viceversa, para conectar así a Colombia con el
mundo. Se dice que tomó ese nombre desde 1940, año en que dejó de operar
definitivamente el ferrocarril, ocasión en la cual el presidente Eduardo Santos
visitó la ciudad. Después de lo cual ha sido, durante más de medio siglo, la
vía que separa la ciudad del río y, más recientemente, el improvisado
cumbiódromo, escenario de la Batalla de Flores y los desfiles de la Gran Parada
del Carnaval.
A los
barrios Abajo y Rosario llegaron inmigrantes de muchas partes del mundo,
especialmente de países mediterráneos y de Centro Europa: españoles,
portugueses, franceses, griegos y una fuerte colonia italiana; así como
alemanes, ingleses, también norteamericanos; y no pocas familias judías
llegadas por vía de las colonias insulares de Holanda en el Caribe (Aruba y
Curazao).
Bajo
todo ese influjo industrioso y bullicio comercial del entorno, por toda la zona
convivían a diario los criollos con gran diversidad de inmigrantes y
forasteros; en esa convivencia cosmopolita se fue forjando una “cocina
multicultural”, mezclando los ingredientes de aquella pujanza vanguardista que
puso a Barranquilla en un primer plano nacional durante toda la primera mitad
del siglo XX.
El
Profesor Correa y sus vecinos de La 50
LOS
PERSONAJES DEL CALLEJÓN ADUANA
Entre
los personajes que hicieron fama por este sector del Callejón de Aduana y
alrededores, aquí mencionamos apenas unos pocos: los escritores Alfonso
Fuenmayor y Álvaro Cepeda Samudio (del Grupo Barranquilla), en la época en que
estuvieron vinculados a Diario del Caribe; el colectivo de artistas El
Sindicato, las familias japonesas Tatekawa y Dokú (José Kaor Dokú fue campeón
con el Santa Fe en la época de El Dorado, y después héroe de guerra en Corea),
familias italianas como los Lamboglia y los Nucci;
el billarista campeón Mario Criales y el recordado excampeón de box Mario Miranda.
el billarista campeón Mario Criales y el recordado excampeón de box Mario Miranda.
No
podríamos dejar de lado a la Novia de Barranquilla Estercita Forero –quien
inspiró su bello tema “Palito de Matarratón” en el árbol que dio sombra a la
fachada de su antigua casa de la Calle Bolívar y el cual hizo trasplantar hasta
su residencia final del barrio El Silencio–; ni al pintor Efraín Cortez, quien
vive en París y allí sigue plasmando en el lienzo los mitos, esquinas y
personajes de su vieja barriada.
Otro
personaje y episodio, con tintes de leyenda novelesca, ocurrió por los años
30s. Protagonista fue el prófugo francés apodado “Papillón” (que traduce
“Mariposa”), fugado de los presidios de Cayena e Isla del Diablo y quien llegó
a Colombia al naufragar su bote frente a La Guajira. Allí convivió con una
joven wayúu hasta que fue recapturado, traído a Barranquilla y confinado en la
llamada “Cárcel de la 80”. Esta –que ocupaba media manzana entre las calles
Obando (42) y Calle Medellín (43) entre avenidas Olaya y Aduana– albergaba 400
presos y 100 guardianes. “Papillón” trabó allí amistad con otro legendario,
“Pájaro Verde”, una especie de Robin Hood barranquillero. Papillón escribió
después la novela de su vida aventurera –donde narra algo de sus peripecias en
la “Cárcel de la 80”, narración que se convertiría también en una taquillera
película de Hollywood, con Steve McQueen y Dustin Hoffman.
FIN