¡Qué mala suerte
tienen los sanandresanos, la misma de cualquier colombiano periférico! Quedaron atrapados en las fauces de dos países
tercermundistas y el fallo de una institución que sólo defiende derechos de
Estados, no de comunidades. Tal vez tendrán que sobrevivir en islas sin mares,
algunas encalladas en océano ajeno, extraños en su propia raíz como los
indígenas.
Sufrirán aún más la
inoperancia del Estado colombiano, tan pequeño para un territorio tan grande.
Un pañuelo que pretende cubrir más de 2.000.000 de km2, y sólo cubre a la
súper-élite, a los súper-capitalistas, los de Bogotá o Antioquia, los poquitos
que se distribuyen nacionalmente y los residentes en el exterior. Padecerán,
como la mayoría de colombianos, la inoperancia de una clase política inane,
mayoritariamente corrupta, sumisa a la voracidad implacable de diminutas elites
económicas. Tendrán que soportar los actos populistas, especialidad de nuestros
dirigentes: la presencia de un expresidente marchando y proclamando la
desobediencia del fallo, ese que poco le importó los sanandresanos en sus ocho
años de mandatos; la sesión de algunos congresistas, actos ornamentales,
sonrisas de reinas. Verán imágenes de su San Andrés en canales nacionales hasta cuando el olvido corroa los afectos nacionalistas. Después de la
bullaranga patriótica tendrán de nuevo el desdén nacional; convivirán con el
olvido y la miseria como Chocó, Vaupés, Guajira y casi todo el territorio
nacional.
Una lógica tarea
alternativa: activar un movimiento independentista, asumir su propio destino;
liberase de la indolencia de cualquier país, de la voracidad de cualquier
capitalismo tercermundista. Hay que aliviarse de lo disfuncional. La Historia ha demostrado que las nuevas elites, aun siendo más pobres, aman mejor
su terruño. Dos ciudades secundarias serían Quito y Caracas si no se hubiesen
independizado del capitalismo bogotano. Y Panamá sin la independencia
orquestada por los norteamericanos sería un pueblo fantasmal como tantos del
Chocó. Y el antiguo esplendor de Popayán se empobreció por no desprenderse del
apetito centralista. El mismo Huila ha sido despojado de sus riquezas para
favorecer otras regiones, muchas veces con la impronta de la corrupción. Un
expresidente antioqueño hipotecó parte de su río Magdalena, generando riquezas
a los inversionistas y miseria a los huilenses pobres.
No, el centralismo económico capitalista no es sistema para el hombre, no se debe dejar el destino de
una región en manos de capitalistas voraces y de sus políticos sin ideales
humanos. Según Rivera, ellos seguirán atrincherados en su estupidez ‘porque a
esta pobre patria no la conocen sus propios hijos, ni siquiera sus geógrafos’.