miércoles, 11 de mayo de 2016

Bicicletas y ciclovías son asunto también de cultura ciudadana y economía doméstica Por David Cortés

Dejar de acudir a los taxis, autos particulares y buses urbanos para, en cambio, usar la bicicleta como medio de trasladarse entre la casa y la universidad o el trabajo –tal es el “viraje impensado” que viene dándose en muchas ciudades de América Latina.
Barranquilla –aunque en escala incipiente– no escapa a esta tendencia universal; aunque no demuestre todavía –sobre el terreno, o mejor, el asfalto– su voluntad decidida en eso de disponer ciclovías y promover este tipo de transporte mucho más ecológico, que concita hábitos saludables y que evidencia ser altamente favorable en cuanto aliviar el pesado tráfico que padecen las grandes urbes de la región. 

  

Sin embargo, la conciencia de su necesidad urgente y la tendencia de ese cambio vienen, ya de antes, del viejo continente, de la Europa del Norte:







En Holanda las bicicletas “forman parte del ADN de la población”. Se construyen puentes para ciclistas y dos de ellos son joyas arquitectónicas: el Nescio Brug, en Amsterdam, que costó 9 millones y medio de euros, construido en 2005. Y el otro, “más sorprendente”: el Hovenring, una rotonda aérea de acero que parece un plato volador, sobre un cruce de rutas que conecta tres ciudades. Funciona desde 2012, después de una inversión de 20 millones de euros.




En Copenhague, Dinamarca, hay 570.000 habitantes y 660.000 bicicletas. Otros 12.000 ciclistas llegan desde las islas Brygge o los distritos del Vesterbro.

En Londres, el arquitecto Norman Foster diseñó un proyecto que está en marcha: “220 kilómetros de ciclovías sostenidas por pilotes y trazados por encima de las vías de los trenes suburbanos”. Costará 200 millones de libras y Foster opina: “Las ciudades donde uno puede caminar o andar en bicicleta, en vez de manejar, son lugares más agradables para vivir”.




Como vemos, en las más grandes ciudades del planeta se invierte por millones y en dura moneda, en infraestructura para que rueden los ciclistas. Son megaurbes de las cuales se pretende también erradicar la agresividad irracional de ciertos conductores motorizados para con ciclistas y peatones, en el rodaje sobre las vías y en sus intersecciones.

De este lado del océano, en Buenos Aires, Argentina, donde el tráfico resulta a menudo caótico, continúa un proceso de ensanchar la red de ciclorutas, en clara apuesta por aliviar la congestión vial y mejorar la calidad de vida de los bonaerenses. La ciudad tiene ya 160 kilómetros de ciclovías “y todavía mucho por hacer”.




Ahora, si bien vemos que entre las urbes del Viejo y del Nuevo Mundo no hay mucho contraste relativo de un kilometraje a otro en cuanto a infraestructura construída y funcionando como ciclovías, la gran diferencia reside en otra dimensión que por igual resulta determinante de lo urbano: la cultura ciudadana.

A este punto, aquí va otro dato que nadie esperaría: “muchos ciudadanos que se quejan en Buenos Aires por el funcionamiento de las ciclovías”. Pero ¿cómo es eso? Ilustremos con este otro dato oficial, tomado de un informe de la propia municipalidad de Buenos Aires, el cual afirma que “el 65% de los ciclistas no respeta la prioridad de paso para los peatones y el 35% tampoco respeta los semáforos porteños”.

Por lo que se ve, allí no son sólo los conductores a cuatro ruedas quienes infringen unos mínimos principios de convivencia urbana: los ciclistas parecen desquitarse “en caliente” y contra peatones y semáforos, las agresiones que suelen recibir de los motorizados en la vía. 


La perspectiva de abordaje no sería, entonces, asunto tan sólo de infraestructura y altas inversiones presupuestales, sino de pura conciencia ciudadana y cultura urbana a todos los niveles. Y es también –no menos importante y hay que decirlo– un álgido asunto de economía doméstica y política social al mismo tiempo.  


Esto último, expliquémoslo así: a más de saludable ejercicio corporal y mental, todo aquel que se desplace en bicicleta entre el hogar y sus lugares de trabajo o estudio, ahorrará día por día de 3.600 a 4.000 pesos, es decir, aproximadamente de 80 a 100 mil pesos al mes. Es una suma que supera el subsidio mensual de transporte y que, además, para muchos presupuestos de estratos populares con salario mínimo, dicho monto representa, en el hogar, más del 50 por ciento del rubro mensual alimentario en su canasta familiar.    





Repotenciar el uso ciudadano y cotidiano de la bicicleta, ensanchar la incipiente red de ciclovías y reinstaurar un programa de bicicletas públicas renovado y de mayor cobertura urbana y poblacional, son tareas de urgente emprendimiento local. Junto con las otras políticas que vienen en marcha y que les son conexas.

Por ejemplo: Es necesario incentivar esa tendencia creciente de habitantes urbanos de muy diversa edad en cuanto hacer actividad al aire libre. Cada vez más los parques son frecuentados para hacer aeróbicos en grupo, marchar, correr, caminar o patinar, entre semana antes o después del trabajo, y a cualquier hora en los fines de semana. Es evidente que cuando les son ofrecidas programaciones de actividad física, recreativa o cultural, gran parte de la ciudadanía llega, participa y disfruta del espacio público al aire libre.           

FIN