Dejar de
acudir a los taxis, autos particulares y buses urbanos para, en cambio, usar la
bicicleta como medio de trasladarse entre la casa y la universidad o el trabajo
–tal es el “viraje impensado” que viene dándose en muchas ciudades de América
Latina.
Barranquilla
–aunque en escala incipiente– no escapa a esta tendencia universal; aunque no
demuestre todavía –sobre el terreno, o mejor, el asfalto– su voluntad decidida
en eso de disponer ciclovías y promover este tipo de transporte
mucho más ecológico, que concita hábitos saludables y que evidencia ser
altamente favorable en cuanto aliviar el pesado tráfico que padecen las grandes
urbes de la región.
Sin embargo, la conciencia de su necesidad
urgente y la tendencia de ese cambio vienen, ya de antes, del viejo continente,
de la Europa del Norte:
En Holanda las bicicletas “forman
parte del ADN de la población”. Se construyen puentes para ciclistas y dos de
ellos son joyas arquitectónicas: el Nescio Brug, en Amsterdam, que costó 9
millones y medio de euros, construido en 2005. Y el otro, “más sorprendente”:
el Hovenring, una rotonda aérea de acero que parece un plato volador, sobre un cruce de rutas que conecta tres ciudades. Funciona
desde 2012, después de una inversión de 20 millones de euros.
En Copenhague, Dinamarca,
hay 570.000 habitantes y 660.000 bicicletas. Otros 12.000 ciclistas llegan
desde las islas Brygge o los distritos del Vesterbro.
En Londres, el arquitecto
Norman Foster diseñó un proyecto que está en marcha: “220 kilómetros de ciclovías
sostenidas por pilotes y trazados por encima de las vías de los trenes
suburbanos”. Costará 200 millones de libras y Foster opina: “Las ciudades donde
uno puede caminar o andar en bicicleta, en vez de manejar, son lugares más
agradables para vivir”.
Como vemos, en las
más grandes ciudades del planeta se invierte por millones y en dura moneda, en
infraestructura para que rueden los ciclistas. Son megaurbes de las cuales se pretende
también erradicar la agresividad irracional de ciertos conductores motorizados
para con ciclistas y peatones, en el rodaje sobre las vías y en sus
intersecciones.
De este lado del océano, en Buenos
Aires, Argentina, donde el tráfico resulta a menudo caótico, continúa un
proceso de ensanchar la red de ciclorutas, en clara apuesta por aliviar la
congestión vial y mejorar la calidad de vida de los bonaerenses. La ciudad
tiene ya 160
kilómetros de ciclovías “y todavía mucho por hacer”.
Ahora, si bien vemos que entre las urbes del Viejo y del Nuevo Mundo no
hay mucho contraste relativo de un kilometraje a otro en cuanto a
infraestructura construída y funcionando como ciclovías, la gran diferencia
reside en otra dimensión que por igual resulta determinante de lo urbano: la
cultura ciudadana.
A este punto, aquí va otro
dato que nadie esperaría: “muchos ciudadanos que se quejan en Buenos
Aires por el funcionamiento de las ciclovías”. Pero ¿cómo es eso? Ilustremos con este otro dato
oficial, tomado de un informe de la propia municipalidad de Buenos Aires, el
cual afirma que “el 65% de los ciclistas no
respeta la prioridad de paso para los peatones y el 35% tampoco respeta los
semáforos porteños”.
Por lo que se ve, allí no son sólo los conductores a
cuatro ruedas quienes infringen unos mínimos principios de convivencia urbana:
los ciclistas parecen desquitarse “en caliente” y contra peatones y semáforos,
las agresiones que suelen recibir de los motorizados en la vía.
La
perspectiva de abordaje no sería, entonces, asunto tan sólo de infraestructura
y altas inversiones presupuestales, sino de pura conciencia ciudadana y cultura
urbana a todos los niveles. Y es también –no menos importante y hay que decirlo–
un álgido asunto de economía doméstica y política social al mismo tiempo.
Esto
último, expliquémoslo así: a más de saludable ejercicio corporal y mental, todo
aquel que se desplace en bicicleta entre el hogar y sus lugares de trabajo o
estudio, ahorrará día por día de 3.600 a 4.000 pesos, es decir, aproximadamente
de 80 a 100 mil pesos al mes. Es una suma que supera el subsidio mensual de
transporte y que, además, para muchos presupuestos de estratos populares con
salario mínimo, dicho monto representa, en el hogar, más del 50 por ciento del
rubro mensual alimentario en su canasta familiar.
Repotenciar
el uso ciudadano y cotidiano de la bicicleta, ensanchar la incipiente red de
ciclovías y reinstaurar un programa de bicicletas públicas renovado y de mayor
cobertura urbana y poblacional, son tareas de urgente emprendimiento local.
Junto con las otras políticas que vienen en marcha y que les son conexas.
Por
ejemplo: Es necesario incentivar esa tendencia creciente de habitantes urbanos
de muy diversa edad en cuanto hacer actividad al aire libre. Cada vez más los
parques son frecuentados para hacer aeróbicos en grupo, marchar, correr, caminar
o patinar, entre semana antes o después del trabajo, y a cualquier hora en los
fines de semana. Es evidente que cuando les son ofrecidas programaciones de actividad
física, recreativa o cultural, gran parte de la ciudadanía llega, participa y
disfruta del espacio público al aire libre.
FIN