Ninguna extrañeza causa el
comportamiento del Procurador. No importa si algunas veces actúa como santo:
decora las paredes de la Procuraduría con imágenes religiosas; reemplaza a
Santander, el hombre de las leyes, por un cristo crucificado; cubre los corredores
con camándulas y estampillas angelicales. Evangeliza desde el Ministerio
Público, lo convierte en púlpito nacional, emprende cruzada contra el aborto,
se vuelve defensor de los recién concebidos, verdadero adalid por la vida. Se
torna el más conservador entre los conservadores, ondea la bandera lefevbrista,
la disidencia más tradicional del catolicismo.
Tampoco importa si otras veces se
vuelve demonio: se amanguala, según María Jimena Duzán, con la Corte Suprema de
Justicia y el Congreso, instituciones con miembros realmente sospechosos o
francamente delincuentes, para urdir su reelección. Pone a disposición 350
altos cargos de la Procuraduría, cuotas para magistrados y congresistas. Ejerce
el clientelismo, negocia con los más corruptos, con congresistas enlodados en
la parapolítica, quienes se blindarían si votan por él. O con Dilian Francisca
Toro, actualmente detenida, presuntamente por lavadora de activos, o con
congresistas puros… como Ramiro Chávarro o Carlos Eduardo Merlano a quienes les
conserva sus prorratas burocráticas.
Ni siquiera importa si moralmente es
amigo de sus amigos, sin observar los niveles de corrupción. Puede ser
Alejandro Char, tan cuestionado local y nacionalmente, sus relaciones con los
Nule siguen en la sombra; o el general Santoyo, prisionero y confeso maleante
de la policía; o Jorge Visbal Martelo, acusado de relacionarse con
paramilitares.
E inmoralmente enemigo de sus enemigos,
lo supera el rencor, le atrae la venganza. Arremete contra Piedad Córdoba, la
inhabilita por 14 años, pero insatisfecho, le aumenta cuatro más. Despotrica
contra Gustavo Petro, no le place los Centros de Consumos para Adictos, lo
acusa de ‘habérsela fumado verde’. Amenaza a médicos y mujeres que practiquen
el aborto, aun cumpliendo la ley. La ideología supera la ley.
Moralista inmoral, los ojos cerrados a
la realidad y abiertos a los intereses, reeleccionista tramposo simulando
democracia, ordenador del gasto público para uso privado, fanático religioso
sin dios, incorrecto servidor público que vigila la corrección pública.
Auténtico paradigma nacional, alturas de nuestra cultura politizada. Triunfa
como se triunfa en Colombia, con componendas, con el todo vale. Parodiando a
Rivera: el Procurador Ordoñez no es un hombre, es un sistema, nuestro deplorable
sistema.
Por lo tanto, nada debería extrañarnos,
su mecánica es conocida, origen de nuestro desbarajuste social y humano,
cultura a cambiar con urgencia si no queremos chapalear por siempre en la
podredumbre.