Nada han aportado los Ministros de
Defensa Civiles a la paz y al desarrollo humano del país. No han ejercido con
espíritu civil, se han doblegado a la cultura militar, a creer menos en la
razón y más en la brutal represión. No han podido reemplazar la barbarie por la
sensatez. Poco importa si fue el Dr. Rafael Pardo o el actual Dr. Juan Carlos
Pinzón. Han sido inferiores en un cargo que pudiera ser superior.
Se han dedicado al espíritu tropero, al
lenguaje pendenciero y mendaz para avivar los conflictos en vez de resolverlos,
a los epítetos demoledores y vacíos. Imperdonable para un civil de formación
democrática, quien debiera generar más ideas de estadista y menos reacciones de
adoctrinado; explicable en el militar, educado en el ejercicio de la fuerza,
adiestrado en la profesión del arrasamiento en nombre de la patria. Parecieran
no entender el momento histórico, el traslado lento de la cultura militar a la
civil, del músculo a la conciencia. El ascenso al ser humano.
Han sido incapaces de ver el país con
ojos de civil, de crear y desarrollar políticas de paz y de seguridad nacional,
como lo ordena la Constitución, superiores a las balas y al lenguaje
camorrista. No han sido verdaderos estadistas, dispuestos a ver el origen del
desbarajuste nacional en donde está, en las curules del Congreso y en la mente
de los altos dignatarios.
Para nada ha servido despotricar contra
la guerrilla, debieran verla como una incómoda víctima de un Estado
incoherente. Otra más. Tan víctima como los altos porcentajes de colombianos
empobrecidos, de colombianos desempleados, de colombianos desplazados, de
colombianos excluidos. Como las guerras entre pandillas por el mercado de
drogas, como la condición de ‘lagarto’ para sobrevivir mejor, como los jóvenes
que usan afectivamente el fusil de tanta injusticia social… Es allá arriba
donde se corrompe la sal, en la bonanza de los empresarios, en la abundancia de
los banqueros, en la violación de la Constitucional para reelegir un
presidente, en al abuso de poder para perpetuar un procurador, en las
triquiñuelas jurídicas de un magistrado para justificar pensiones inmerecidas.
Es allá donde debe enderezarse la torcedura del país.
Acá, casi todos somos víctimas de esa
podredumbre. Y se necesitan Estadistas, conciencias lúcidas y humanizadas para
reorientar esas falsas alturas. Justo, se necesita lo que no hay, nuestros
políticos apenas son eso, políticos. Oficio pobre de reelegirse permanentemente
según Bismarck. Y nuestros Ministros de Defensa Civiles no han sido la
excepción.