sábado, 15 de diciembre de 2012

Pobreza de un oficio, por Jorge Guebely


Nada han aportado los Ministros de Defensa Civiles a la paz y al desarrollo humano del país. No han ejercido con espíritu civil, se han doblegado a la cultura militar, a creer menos en la razón y más en la brutal represión. No han podido reemplazar la barbarie por la sensatez. Poco importa si fue el Dr. Rafael Pardo o el actual Dr. Juan Carlos Pinzón. Han sido inferiores en un cargo que pudiera ser superior.
Se han dedicado al espíritu tropero, al lenguaje pendenciero y mendaz para avivar los conflictos en vez de resolverlos, a los epítetos demoledores y vacíos. Imperdonable para un civil de formación democrática, quien debiera generar más ideas de estadista y menos reacciones de adoctrinado; explicable en el militar, educado en el ejercicio de la fuerza, adiestrado en la profesión del arrasamiento en nombre de la patria. Parecieran no entender el momento histórico, el traslado lento de la cultura militar a la civil, del músculo a la conciencia. El ascenso al ser humano.
Han sido incapaces de ver el país con ojos de civil, de crear y desarrollar políticas de paz y de seguridad nacional, como lo ordena la Constitución, superiores a las balas y al lenguaje camorrista. No han sido verdaderos estadistas, dispuestos a ver el origen del desbarajuste nacional en donde está, en las curules del Congreso y en la mente de los altos dignatarios.
Para nada ha servido despotricar contra la guerrilla, debieran verla como una incómoda víctima de un Estado incoherente. Otra más. Tan víctima como los altos porcentajes de colombianos empobrecidos, de colombianos desempleados, de colombianos desplazados, de colombianos excluidos. Como las guerras entre pandillas por el mercado de drogas, como la condición de ‘lagarto’ para sobrevivir mejor, como los jóvenes que usan afectivamente el fusil de tanta injusticia social… Es allá arriba donde se corrompe la sal, en la bonanza de los empresarios, en la abundancia de los banqueros, en la violación de la Constitucional para reelegir un presidente, en al abuso de poder para perpetuar un procurador, en las triquiñuelas jurídicas de un magistrado para justificar pensiones inmerecidas. Es allá donde debe enderezarse la torcedura del país.
Acá, casi todos somos víctimas de esa podredumbre. Y se necesitan Estadistas, conciencias lúcidas y humanizadas para reorientar esas falsas alturas. Justo, se necesita lo que no hay, nuestros políticos apenas son eso, políticos. Oficio pobre de reelegirse permanentemente según Bismarck. Y nuestros Ministros de Defensa Civiles no han sido la excepción.