martes, 6 de noviembre de 2012

DESCENSO Y ASCENSO, por Jorgue Guebely



El ascenso de la historia pareciera reflejar el descenso del ser humano, el paso de lo colectivo a la individuación, de la inclusión a la exclusión, del paraíso al infierno. Basta recordar la Historia sobre la geografía colombiana, desde el estadio precolombino poblado de indígenas, hijos de la Tierra, no de la cultura. Ellos utilizaban la economía para sobrevivir mejor, no para el enriquecer a pocos. Hacían de la política una actividad menor porque se orientaban con la sabiduría de los sacerdotes, hombres con función de remontar el ser humano a las alturas de lo divino. Nadie se lo excluía de esa tarea vital. Y aun cuando el poder político comenzaba sus estragos, (los muiscas tenían un zipa y los pijaos batallaban internamente para destronar a los mohanes), hasta hoy, es nuestra mejor época para el ser humano.

Descendimos a la Colonia, vertiginosa caída. Bastó un 12 de octubre para contaminarnos con cinco mil años de Historia, sus taras: la sociedad vertical, la supremacía del dinero y la guerra, la división de propietarios y parias. Excluyeron a indígenas y afro-descendientes, a mestizos y criollos. Todos al servicio de la aristocracia castellana, de sus políticos: reyes en España y chapetones en el Nuevo Reino de Granada
Para concluir en la República, estadio no menos cruel, creado por la revolución de criollos, quienes expulsaron a chapetones, se liberaron de aristócratas españoles, y se entregaron a nuevos capitales. Sólo ellos dejaron de ser parias, se adueñaron de la Hacienda, y aumentaron los excluidos, en cantidad e intensidad. Ondearon las mismas banderas.

Así todo es posible: las grandes masas de pobres y la reducida capa de acaudalados, la ilegalidad de pequeños mineros y la complacencia con las multinacionales, el aprecio por los banqueros y el desprecio por los muleros. Así todo  puede ser una falacia: el sistema de salud y el de educación pública, la bondadosa economía y la compasiva política, las estadísticas del DANE y las alocuciones presidenciales. Hasta el lenguaje puede ser falaz, quizás el gentilicio ‘colombiano’ no nombra la montonera sino la elite. Para ellos, las estadísticas del DANE son ciertas, la alocuciones presidenciales tienen sentido, las afirmaciones de los bancosmundiales son verdaderas. A ellos pertenece esta patria, los demás son excluidos.

Seguimos el ritmo del descenso, tal vez sean luminosos los versos de Huidobro, hay que dejarse caer al fondo de las sombras, acaso encontremos al final una ‘luz sin noche’. Como en Dante: descender a los infiernos para ascender a los cielos.
Columna tomada lanacion.com.co