El ascenso de la
historia pareciera reflejar el descenso del ser humano, el paso de lo colectivo
a la individuación, de la inclusión a la exclusión, del paraíso al infierno.
Basta recordar la Historia sobre la geografía colombiana, desde el estadio
precolombino poblado de indígenas, hijos de la Tierra, no de la cultura. Ellos utilizaban la
economía para sobrevivir mejor, no para el enriquecer a pocos. Hacían de la
política una actividad menor porque se orientaban con la sabiduría de los
sacerdotes, hombres con función de remontar el ser humano a las alturas de lo
divino. Nadie se lo excluía de esa tarea vital. Y aun cuando el poder político
comenzaba sus estragos, (los muiscas tenían un zipa y los pijaos batallaban
internamente para destronar a los mohanes), hasta hoy, es nuestra mejor época
para el ser humano.
Descendimos a la
Colonia, vertiginosa caída. Bastó un 12 de octubre para contaminarnos con cinco
mil años de Historia, sus taras: la sociedad vertical, la supremacía del dinero
y la guerra, la división de propietarios y parias.
Excluyeron a indígenas y afro-descendientes, a mestizos y criollos. Todos al
servicio de la aristocracia castellana, de sus políticos: reyes en España y
chapetones en el Nuevo Reino de Granada
Para concluir en la
República, estadio no menos cruel, creado por la
revolución de criollos, quienes expulsaron a chapetones, se liberaron de
aristócratas españoles, y se entregaron a nuevos capitales. Sólo ellos dejaron
de ser parias, se adueñaron de la Hacienda, y aumentaron los excluidos, en
cantidad e intensidad. Ondearon las mismas banderas.
Así todo es posible:
las grandes masas de pobres y la reducida capa de acaudalados, la ilegalidad de
pequeños mineros y la complacencia con las multinacionales, el aprecio por los
banqueros y el desprecio por los muleros. Así todo puede ser una falacia:
el sistema de salud y el de educación pública, la bondadosa economía y la
compasiva política, las estadísticas del DANE y las alocuciones presidenciales.
Hasta el lenguaje puede ser falaz, quizás el gentilicio ‘colombiano’ no nombra
la montonera sino la elite. Para ellos, las estadísticas del DANE son ciertas,
la alocuciones presidenciales tienen sentido, las afirmaciones de los bancosmundiales son verdaderas. A ellos pertenece esta
patria, los demás son excluidos.
Seguimos el ritmo del descenso, tal vez
sean luminosos los versos de Huidobro, hay que dejarse caer al fondo de las
sombras, acaso encontremos al final una ‘luz sin noche’. Como en Dante:
descender a los infiernos para ascender a los cielos.
Columna tomada lanacion.com.co