miércoles, 21 de mayo de 2014

DONDE HUELE MAL por Jorge Guebely

Injusto culpabilizar a los educadores de los malos resultados en las pruebas PISA. Peor aún, responsabilizarlos del desbarajuste nacional. Quienes lo hacen, tienen internalizado el discurso oficial. Intentan desconocer que la crisis de la educación corresponde a otro reflejo más en un juego de espejos donde se reflejan todas las crisis del Estado: salud, justicia, policía, ejército, senado, gobernaciones, concejos…  Crisis que en Colombia componen el menú social de cada día. La educación no es más que otra damnificada, otra víctima.

Como en otros campos, la cultura política aplasta la cultura académica en colegios y universidades. Supedita los parámetros del conocimiento a los del poder público. Los anula a pesar de la importancia que tiene la educación en el crecimiento social y humano: ‘Donde hay educación no hay distinción de clases’, afirmaba Confucio. Convierte a los ministros de educación en peones políticos del presidente, llegan al cargo por horrendos cálculos de bancadas y componendas burocráticas. Igual para el SENA o las Secretarías de Educación. Cargos directivos merecidos por el número de votos; no por los conocimientos científicos del desarrollo pedagógico, tan complejos y tan proteicos.

Inútil esperar algo distinto de un funcionario político por distinguido que sea. El cerebro lo tiene atiborrado de matemáticas del voto para ganar las próximas elecciones; todo lo reduce a publicidad, imagen y corrupción. El equipo inmediato lo compone con copartidarios, también limitado en academia y pedagogía. Su mayor virtud: la vergonzosa sumisión al jefe político que lo sostiene en el cargo. Su función principal, preparar contiendas electorales con partes del presupuesto de la educación. En verdad, la educación para un político es un pretexto, desconoce el maravilloso contenido de la academia, su generación de vida humana.

Destino similar padecen las universidades públicas. Las elecciones de rectores no son académicas, son políticas. Están contaminadas con las mismas trampas. Cuentan además con los obstáculos del Consejo Superior;  recinto tenso de intereses burocráticos, económicos y políticos. Nada más anticientífico, abundante en cultura política y escasa cultura académica. Epicentro contaminado que contamina toda la institución. Incluyendo los procesos de admisión para docentes, donde triunfan los más políticos y fracasan los más académicos.


Las ramas del árbol se secan, están en crisis, se pudren. La enfermedad pasa por el tronco, la política; que a su vez, se nutre de la raíz, el modelo económico. De esos bajos fondos proviene la enfermedad educativa del país, de la salud, de la justicia… Es allí donde hay que ventilar cualquier proceso de sanación, es allí donde huele mal. 

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