Tesis inteligente y
veraz la de William Ospina en su reciente ensayo: ‘Pa que se acabe la vaina’.
‘Después de siglos de repeticiones, donde una cultura, un pueblo y un
territorio fueron persistentemente borrados y ninguneado por poderes
arrogantes, una realidad enorme está emergiendo, un pueblo desconocido está
descubriendo su propia existencia, un territorio está brotando a la luz’.
Tesis argumentada
con la historia misma de Colombia: el domino brutal de la elite centralista,
las mil guerras perdidas de liberales contra conservadores, el fracaso de la
modernización económica y política del país; la pavorosa Violencia colombiana
aupada por el discurso clerical y conservador de la casta dominante gracias a su
espíritu excluyente, mezquino e inhumano.
También el
estruendoso fracaso de sus políticas y políticos: el acomodamiento liberal en
el regazo conservador; la traición liberal a las luchas campesinas, origen de las
guerrillas liberales. La ristra de presidentes que sólo aportaron ignominias
con sus mandatos: Con Lleras Camargo comenzaron las ‘repúblicas independientes’
de campesinos excluidos de El Pato, Riochiquito y Guayabero, germen de las FARC.
La ineptitud de León Valencia generó el surgimiento del E.L.N. Las trampas de
Lleras Restrepo fortalecieron la ANAPO y, más tarde, crearon el M19. López
Michelsen fingió liberalismo con el M.R.L. e inició la corrupción que hoy nos
ahoga. Hasta nuestros días, los gobiernos no han sido más que un desastre
continuado, una piedra menos en la república clerical y conservadora de
Colombia.
Nada detiene su
desmoronamiento, ni siquiera el discurso optimista de sus adalides. Se siente
el lento derrumbe del sistema
tradicional. Se mantiene en pie gracias al hermano mayor del norte. Sus
instituciones caminan amañadas y corrompidas: Congreso, Procuraduría,
Ministerios, Cortes, Gobernaciones…
Un nuevo lenguaje
sustituye al clerical y medieval del país, según Ospina, visualizado plenamente
desde Gaitán. Con respetables antecedentes: Isaac, Rivera, Vargas Vila, Barba
Jacob, Fernando González, Fernando Vallejo…; con obras mayores: ‘La vorágine’,
‘Cien años de Soledad’…; con luchadores populares: María Cano, Quintín Lame…; con
poetas trascendentales: De Greiff, Gonzalo Arango, Aurelio Arturo…
Lenguaje distinto
en política y, agregó yo, en ciudadanía. Las comunidades: campesinas,
indígenas, afrodescendientes, lgtb, prostitutas, camioneros, taxistas, paperos,
cafeteros, estudiantes, docentes, nuevas espiritualidades… reclaman sus
derechos e imponen su lenguaje. Surge una nueva semántica con un mundo nuevo,
más humano, con aspiraciones igualitarias. Una nueva Colombia nace sobre los
escombros del viejo lenguaje clerical-conservador. Percepción nítida de William
Ospina expresada en su ensayo. Texto reconfortante, valiente, lúcido y honesto,
capaz de ubicarnos en la historia y el futuro de Colombia.
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