sábado, 22 de octubre de 2016


Cinemateca del Caribe, 30 años fomentando la cultura 
audiovisual en contextos urbanos por toda la Costa

                       Por Sigifredo Eusse Marino                     

                         
La Cinemateca el Caribe cumple hoy 30 años de actividad ininterrumpida y diaria, promoviendo la difusión de la cultura de la imagen y la preservación del patrimonio audiovisual; el máximo evento anual que ella misma creó una década después, llegó este mismo mes a su edición número 20. Se trata del Salón Internacional del Autor Audiovisual.

Al inicio de cada tramo final de año, el Salón Internacional del Autor Audiovisual evidencia ser el evento cumbre de la Fundación Cinemateca del Caribe. El 20° Salón cumplió con su título y tema central , “La imagen en movimiento en el universo digital”. Contó con la participación presencial de cineastas y otros realizadores invitados –de España, Perú y Argentina– además de una decena de autores, ponentes y críticos colombianos.

En el espacio abierto y al aire nocturno de otro ícono patrimonial barranquillero –la plazoleta de la antigua Aduana– la apertura 2016 de esta celebración cultural por doble partida fue algo inusual: una de las máquinas de sonido más tradicionales de nuestra bohemia populosa y callejera atronó bajo el caribeño techo de estrellas y de cara a las brisas del Río Magdalena: fue el picó El Coreano, soberano de antiguas noches en el ya casi clandestino barrio La Ceiba. En vivo y directo, y de por medio un performance masivo que pinceló de movediza sicodelia lumínica a la masa del público presente, la descarga de El Coreano puso su epílogo trepidante a la proyección inaugural del Salón: un documental de los realizadores criollos Roberto De Zubiría y Sergio Zaraza, cuyo oportuno título no es otro que “Picó: la máquina musical del Caribe”. 




María Fernanda Morales y Sara Harb, la actual y la primera directoras de la Cinemateca 


En coyuntura tan promisoria como la celebración dual de los aniversarios históricos del Salón del Autor Audiovisual y la Cinemateca, pudimos rememorar lo que dos instituciones como estas han representado en su rol de eslabones entre generaciones sucesivas de una vigorosa cinefilia caribe, desde sus innegables hitos precursores. 

Hitos tales como aquellas iniciáticas vanguardias del famoso y versátil Grupo Barranquilla, en los años 50, y algunas décadas adelante, la insurgencia de otra efervescencia, cinéfaga y creativa, en la Barranquilla de los años 80. He aquí una breve reseña de esos anales, en aras de refrescar una entrañable memoria poco menos que inconocida.

El cineclubismo había hecho su aparición en Colombia en 1949, al filo mismo del medio siglo (XX): Bogotá, Medellín y Barranquilla vieron nacer los primeros cineclubes históricos del país.
En 1956 –bajo el influjo del pionero Luis Vicens, catalán– el escritor Álvaro Cepeda Samudio fundó el primer Cineclub de Barranquilla, después de haber realizado, junto con García Márquez y otros amigos del mítico grupo de “La Cueva”, aquel su corto surrealista “La Langosta Azul”, fundacional del cine-ficción en el contexto del Caribe colombiano.  

Durante dos años Cepeda publicó la Revista Cine-Club (1957-58), donde contó con la colaboración de intelectuales como José Antonio Moreno, Julio Roca, Arturo Esguerra y Alvaro Medina. Convocó entonces  a los cineclubistas de todo el país a reunirse en Barranquilla “para conformar la primera Federación de Cineclubes de Colombia”. Fue cuando, con ocasión de dicha convocatoria nacional, se habló por primera vez en Colombia de una Escuela de Cine, propuesta por  el joven periodista y cronista de cine Gabriel García Márquez, y diseñada por él mismo.

El movimiento cineclubista de Barranquilla fue la simiente y el caldo de cultivo para que, 30 años después de aquel cineclub primerizo de Álvaro Cepeda, naciera en 1986 la Cinemateca del Caribe. Esta surgió al mismo tiempo que la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños y compartieron precursores: dos jóvenes vanguardistas de los años 50, Álvaro Cepeda Samudio y Gabriel García Márquez. No por coincidencia nacía también en el 86 el canal regional de televisión, Telecaribe.

Aquella escuela de cine que el primerizo García Márquez tuvo en la cabeza y puso en el papel fue un proyecto que no “cuajó” en Barranquilla para su primer momento de mediados de los 50. A la luz de hoy, no obstante, se le ve como el remoto preaviso  de la prestigiosa Escuela Internacional San Antonio De los Baños (en Cuba) que García Márquez iba a co-fundar en 1986, al tiempo que la Cinemateca del Caribe nacía en Barranquilla. 




Aquel primer Cineclub languideció durante los 60s, luego de que su brillante cofradía se dispersara y Álvaro Cepeda empezara a prodigarse entre la publicidad, el periodismo, el cine documental y la literatura. “El año en que murió (1972), él sólo quería hacer cine”, rememora La Tita Cepeda, viuda del talentoso escritor y cineasta, fallecido a sus 46 años.

Braulio De Castro (QEPD), un cinéfago de tiempo completo, fue quien retomó con pasión las viejas banderas en cuanto a la formación local de públicos para el buen cine. Acolitado por amigos como Miguel Falquez y Rafa Iglesias, De Castro empezó a orientar el Nuevo Cine Club de Barranquilla (así bautizado), renacido con apoyo de la Alianza Francesa en 1972.

Este concurrido cineclub tuvo su sede a cielo abierto en el Teatro Lido y su última etapa sería en el tradicional Cine Metro, también hoy lastimosamente desaparecido, y luego en los dúplex ABC. Fue ésa una época de gran dinámica cultural en la ciudad, al impulso de aquel grupo fiel y fervoroso de amantes del cine.

En el Teatro Colón –desmejorada joya del art deco, hoy a punto de venirse abajo– su auditorio generoso y ancha pantalla empezaron igualmente a colmarse por entonces, con las semanales funciones de un nuevo cineclub: Sala Bohemia, liderado por varios jóvenes periodistas y otros  universitarios, entre ellos Gilberto Marenco, Mireya Hurtado, Milena Rodríguez, las hermanas Vizcaíno, Gaspar Hernández Caamaño, Jesús Correa, Lácides García Detjem y Astrid Hernández.

Jorge García y su Cineclub del Sur, lo mismo que –por cuenta propia– Alfonso Alfaro, fueron otros de los más activos cineclubistas barranquilleros de los 80s. Por otra parte, desde Cartagena y en busca de material fílmico en las distribuidoras locales, llegaba puntual cada semana otro quijote del cine, tempranamente desaparecido pero siempre recordado: Luis Fernando Calvo.

Digamos que las décadas del 70 y el 80 trajeron un renacer de los cineclubes por toda Colombia, boom que se vivió intensa y emuladoramente entre Barranquilla y Cartagena, nutriéndose con la infaltable cita anual de los cinéfilos de todo el país en el bienamado Festival Internacional de Cine de Cartagena. 

Aquella complicidad de vasos comunicantes entre los cinéfilos de ambas ciudades, iba pronto a ser  caldo de cultivo de una generación insurgente que junto a la reseña y la crítica, empezó a ejercer los oficios del cine: Alberto Duque López, Alberto Sierra, Heriberto Fiorillo, Pacho Bottía, Ricardo Cifuentes, Sara Harb, Martha Yances, Ernesto McCausland, entre otros.

Varios de estos mismos cinéfagos son quienes en 1986 constituyen la Fundación Cinemateca del Caribe, cuyo primer director fue Braulio De Castro. Lo sucedió la cineasta también barranquillera Sara Harb, quien había abanderado otro proyecto cineclubista de los años 80s: la recordada Sala de Arte y Ensayo Primer Plano. 

Diez años más tarde, por iniciativa, empeño y gestiones de Sara Harb, Jaime Abello Banfi y la Junta de la Cinemateca del Caribe, entre otros personajes y entidades, se lanza al ruedo el primer Salón Internacional del Autor Audiovisual; ese mismo que ha llegado a sus veinte años complementando sus muy distintas y específicas agendas con el Festival Internacional de Cine de Cartagena.    


La Cinemateca lleva el cine a los barrios y municipios


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